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Mostrando las entradas de noviembre, 2007

El gesto de la muerte,

Un joven jardinero persa dice a su príncipe: -¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahán. El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra a la Muerte y le pregunta: -Esta mañana ¿por qué hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza? -No fue un gesto de amenaza -le responde- sino un gesto de sorpresa. Pues lo veía lejos de Ispahán esta mañana y debo tomarlo esta noche en Ispahán. FIN

el paraiso imperfecto

-Es cierto -dijo mecánicamente el hombre, sin quitar la vista de las llamas que ardían en la chimenea aquella noche de invierno-; en el Paraíso hay amigos, música, algunos libros; lo único malo de irse al Cielo es que allí el cielo no se ve. FIN

El suicida sustituto

Era inútil. Cada esfuerzo parecía agravar el inconveniente. El sombrerito de paño no quería cubrir adecuadamente aquella vergonzosa calvicie, surcada por escasos cabellos estirados que el peluquero extendía tres veces por semana a través del cráneo, última barrera de toda ilusión absalónica. Los manotazos que llevaban al sombrerito de derecha a izquierda eran, según la tácita opinión del matemático presente, un puro derroche de energía. Mi pobre amigo estaba más nervioso que los otros días. Una sola taza de café -¡y de qué miserable café!- lo había reducido a ese estado. No podía estar quieto: la silla se agitaba debajo de él con graves crujidos y bruscos estruendos sofocados por el piso. Los cigarrillos -había fumado dos paquetes en pocas horas-, le habían dado una especie de delirio confabulatorio que comenzaba a preocuparme. Desde muy temprano, cuando llegué a la ciudad, no tuve ánimo para dejarlo solo. Probablemente sufría, pero no quería hablar del motivo de su sufrimiento. Viéndo