Tarala Se abre el telón y entra la luz, ya cansada de golpear las mantas, que al fin sucumben ante la incesante lucha de sus rayos, dejándola atacar las sombras con su reinado ya establecido de eternidades, tan solo perturbado por las breves aperturas con la que han de salir esparcidas hacia el fondo del infierno, infierno definido como el castillo interior, cuya fachada es un bello edén. Con la entrada de la luz se van despejando las turbias nubes negras de gases repugnantes que huyen ante el ataque luminoso; en su escape dejan entrever las paredes pegajosas y mohosas que de cierta forma rememoran rostros humanos que reflejan un sin número de expresiones patéticas de dolor hasta llegar al piso, surcado por marcas incesantes de dolor, demarcado en desniveles, altibajos que descienden hacia un lago fétido, espeso, burbujeante y deplorable con su constante de fuego y frío, pero en extremos donde no hay línea divisora, ni curvas, ni enlace entre escenas de lluvia con sol, lluvia ácida o s
Blog de Gustavo Pérez