Y el maldito enano sigue ahí
Camino de noche llegando a mi casa, me aburre el dar pasos. sobretodo por que ya es de madrugada, no demorarán en cantar los gallos del alba, ya veo los malditos letreros del vándalo teológico que escribe en las paredes de la ciudad "Lea la Biblia", y que hasta se atreve a recomendar versículos y todo.
Cruzo el ultimo semáforo y doy vuelta por la senda que me lleva al rancho, y de la ventana del frente emerge el demoníaco cuerpo del engendro este que me mira sin decir nada, el maldito enano me mira y me hace sentir como desnudo, debo matarlo pero hoy no, voy lo suficientemente borracho como para tener pereza de subir las escaleras de su casa, para destazarlo como se merece.
El perro impío me ladra y una piedra que pateo le rompe el hocico, "toma eso infeliz", pienso para mí; el arco central de la entrada se acerca y se aleja de mí como mostrando un sino trágico de lo que a mi vida le acontecerá, el cielo verdeazulado se filtra por las persianas del eco distante de las mariposas, las malditas flores crecen en los antejardines y yo siento que el infierno interior esta a punto de hacer erupción.
El duende me mira riéndose de mi, y me irrita que la maldita tortuga vuele hasta mis ojos, dejándome casi ciego, pero ya la espantaré a sombrillazos, mientras trato de no ahorcarme con la corbata.
Al elefante que me perseguía lo mandé en un sobre blanco al buzón pero creo que me lo devolverán porque estaba mal estampillado, aunque el mono fue quien puso el remitente, nadie se percató que el desgraciado mono tenia mala ortografía, y nadie le creyó al pájaro.
Después de la reyerta miré a la ventana y me di cuenta que de todas formas, aunque el sol ya cegaba mis pupilas, el maldito enano aun seguía parado en la ventana, y me miraba como si me devorara, me hacia sentir desnudo y yo tenia mucha pereza de subir las escaleras para ir a matarlo.
Gustavo Adolfo Pérez
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