otra colaboradora del blog, Johanna Galindo, amiga, escritora y narradora (retirada)
Mi historia comienza en un apartamento de Bogotá, un apartamento muy cómodo y acogedor y más bien pequeño, sin embargo lo importante no era en si el apartamento, lo más valioso eran las cosas que dentro de él se encontraban.
En una de las habitaciones, la más bonita, se encontraba una cachucha, una gorra, la compañera de paseos, la amiga de los domingos, la acompañante cuando el gel o las ganas de peinarse no se encontraban presentes, esta cachucha era especial pues ella buscaba la felicidad y es que para esta su felicidad era ir nuevamente por el mundo en la cabeza de alguien, en la cabeza de su dueño, cuidándolo del sol o del frio, eso era lo que todos los días esperaba, su felicidad.
Allí mismo se encontraba un reloj, a este por encima se le veía el polvo y el tiempo que llevaba sin ser utilizado, en su fondo se logra divisar un muñeco que lánguidamente daba el tictac y aunque su sonar era ronco y muy débil, el no quería todavía apagarse por completo, pues con sus últimas fuerzas esperaba también que llegara su alegría, su felicidad, este reloj quería acompañar a su dueño y poder nuevamente dar las horas, los minutos , los segundos, ser otra vez útil y así encontrar su felicidad.
También dentro de las cosas que habían en el apartamento estaba la mochila, aquella que de niños llevamos al colegio y le dijimos maleta y que de grandes va con nosotros a la universidad y aparte de llevar los libros, las reglas y los lápices, también en ocasiones lleva cigarrillos y hasta trago, esta mochila, quería ver a su dueño, ver a alguien que la llevara por la escuela, que la utilizara para depositar en ella todo aquello que se necesitara en un día de trabajo, así la mochila sería feliz , así encontraría su felicidad; por ultimo y no menos importante en el cuarto, en un rincón había una caneca, en uno de sus lados se veía marcada una patada que alguien le había puesto con furia, de igual forma esta caneca, al igual que la cachucha, el reloj y la mochila buscaba volver a ser feliz y es que para ella su felicidad era sencilla, consistía en volverá tener papeles, poemas, cartas de amor que nunca fueron entregadas.
Así conforme iba pasando el tiempo, estas pequeñas cosas esperaban ser felices, sin embargo no deberían esperar más, pues allí en la sala del apartamento, en el suelo, un hombre lloraba amargamente, era el papá de Daniel, el dueño de todas estas cosas, le acababan de avisar que el niño había muerto en el hospital a causa de un cáncer de medula espinal
Mi historia comienza en un apartamento de Bogotá, un apartamento muy cómodo y acogedor y más bien pequeño, sin embargo lo importante no era en si el apartamento, lo más valioso eran las cosas que dentro de él se encontraban.
En una de las habitaciones, la más bonita, se encontraba una cachucha, una gorra, la compañera de paseos, la amiga de los domingos, la acompañante cuando el gel o las ganas de peinarse no se encontraban presentes, esta cachucha era especial pues ella buscaba la felicidad y es que para esta su felicidad era ir nuevamente por el mundo en la cabeza de alguien, en la cabeza de su dueño, cuidándolo del sol o del frio, eso era lo que todos los días esperaba, su felicidad.
Allí mismo se encontraba un reloj, a este por encima se le veía el polvo y el tiempo que llevaba sin ser utilizado, en su fondo se logra divisar un muñeco que lánguidamente daba el tictac y aunque su sonar era ronco y muy débil, el no quería todavía apagarse por completo, pues con sus últimas fuerzas esperaba también que llegara su alegría, su felicidad, este reloj quería acompañar a su dueño y poder nuevamente dar las horas, los minutos , los segundos, ser otra vez útil y así encontrar su felicidad.
También dentro de las cosas que habían en el apartamento estaba la mochila, aquella que de niños llevamos al colegio y le dijimos maleta y que de grandes va con nosotros a la universidad y aparte de llevar los libros, las reglas y los lápices, también en ocasiones lleva cigarrillos y hasta trago, esta mochila, quería ver a su dueño, ver a alguien que la llevara por la escuela, que la utilizara para depositar en ella todo aquello que se necesitara en un día de trabajo, así la mochila sería feliz , así encontraría su felicidad; por ultimo y no menos importante en el cuarto, en un rincón había una caneca, en uno de sus lados se veía marcada una patada que alguien le había puesto con furia, de igual forma esta caneca, al igual que la cachucha, el reloj y la mochila buscaba volver a ser feliz y es que para ella su felicidad era sencilla, consistía en volverá tener papeles, poemas, cartas de amor que nunca fueron entregadas.
Así conforme iba pasando el tiempo, estas pequeñas cosas esperaban ser felices, sin embargo no deberían esperar más, pues allí en la sala del apartamento, en el suelo, un hombre lloraba amargamente, era el papá de Daniel, el dueño de todas estas cosas, le acababan de avisar que el niño había muerto en el hospital a causa de un cáncer de medula espinal
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